jueves, 17 de diciembre de 2009

Dejemos libre a nuestro pájaro carpintero.

Para vos.
Que estás todo el día dandole vueltas al mismo tema.
Que no sabés si llamarlo o esperar a que te llame.
Que te preocupas por esos kilos de más.
Que te deprimís cuando no sabés qué ponerte.
Que llorás cuando te putean mientras manejás.
Que no te decidís por ninguno de los dos.
Que ninguno te viene bien.
Que no sabés si pedirte una cerveza o una coca light.
Que te tentás con el pan de la entrada, pero te reprimís.
Que te mirás la panza esperando tener los abdominales de Jessica Cirio.
Que vas al gimnasio todos los días y no ves un puto cambio.
Que te tratás de levantar al kiosquero, pero ni siquiera el te sube el autoestima.
Que esperás el piropo de los obreros, pero justo ese día no te lo dan.
Que te "lookeas" entera y justo esa noche EL no está.
Que te querés morir cuando te piden documento los patovas.
Que te querés matar cuando NO te piden documento los patovas.
Que a la mañana siguiente, dos cigarrillos parecen haber sido DIEZ.
Que empezás una dieta todos los lunes.
Que te ves fea.
Que te sentís gorda.
Que mirás a su novia con celos.
Que lo mirás desde lejos y no te animás a hablarle.
Que no sabés qué decirle cuando te lo cruzás en la calle.
Que no sabés cómo decirle que no lo querés más.
Que no encontrás el momento para tirarle onda.
Que no sabés si estás enamorada de él o del "estar con alguien".
Que no te querés probar un bikini en diciembre ni en pedo.
Que cerrás la boca dos semanas antes de ese casamiento, pero no hubo caso.
Para vos.
Que la luchas todos los días.
Que sos digna de ser mujer, pero te sentís una nena.
Tenéte envidia.
Enamoráte de vos misma.
Miráte y gritá: HOY MATO.
Queréte.
Cuidáte.
RE LA JA TE.
Dejá libre a tu pájaro carpintero y viví esta vida tan linda.
Disfrutá de ser mujer, no lo padezcas.









VOLVETE AL ARBOL.
VOLVETE AL ARBOL.
VOLVETE AL ARBOL.

Carrera de Egos.

Andaba yo por la vida, caminando por la calle. Exactamente por la avenida Santa Fe. Feliz mujer, con una gran sonrisa porque tenía una bolsa en la mano con ropa nueva. Sí, nueva. Ya todas conocen esa sensación tan linda de ir a probarnos algo, vernos lindas frente al espejo, que nos quede bien y encima, que no nos salga un huevo y medio. PLA-CER. Salí del local chocha. Caminaba sonriente y distraída, mirando otras vidrieras hasta que de golpe me encuentro con una enorme espalda masculina adelante mío. Al principio pensé que era una espalda más del montón, pero no. Yo conocía a esta espalda. Ese pelo de algún lado me sonaba, y la altura era inconfundible. Igual aclaro que tengo memoria fotográfica, siempre recuerdo las caras que alguna vez conocí. Me fijo en algunos detalles y me los grabo, no se por qué ni cómo lo hago, pero es así. Señaláme a alguien que conocí y te digo dónde, cómo y cuál es su nombre. Entonces esta persona ya estaba dentro de mi memoria fotogáfica.
Pero es raro saludar a alguien por la calle cuando te encontrás a la par, ¿no? Como que es mucho más fácil chocarte y sorprenderte de que lo conocés, encontrarte de frente y saludarse así como viene caminando cada uno o saludarte de una vereda a la otra, pero cuando te encontrás a la misma altura, por la misma vereda, es medio complicado el saludo. No sabés si frenar a darle un beso o no frenar y simplemente darle un beso mientras seguis caminando; y si te quedás charlando no sabés si vas a quedarte diez cuadras charlando con esta persona o diez metros; y si no te da para charlar es raro, porque te saludás y después te despedís, pero los dos siguen caminando en la misma dirección. ¡Rarísimo! Cuestión que tooodo esto pensaba yo mientras decidía si saludar o hacerme la boluda. El tema es que quería saludar, pero no sabía qué decirle. Si gritarle el nombre, o tirar el clásico "ch, ch, que hacés?", hasta pensé en adelantarme un poco y hacerme la que miraba para atrás y de repeeente me encontraba con su cara. Per como es de esperar opté por hacerme la boluda y no saludar un carajo.
El tema era que este pibe nunca agarraba otra cuadra, siempre iba en mi misma dirección. Entoncés me adelanté y le dí la espalda, y a los 5 segundos el hizo exactamente lo mismo. "El hijo de puta me reconoció y tampoco piensa saludarme", pensé. Entonces volví a caminar más rápido que él para darle la espalda, duré un buen rato así. En un momento pensé en acercarme y tirarle un "¿Vamos a competir mucho tiempo más? Porque ya estoy cansada," pero me acobardé. Mientras tanto me lo imaginaba atrás mío, mirando mi tatuaje como referencia para no perderme de vista y en unos segundos sacarme de vuelta un poco de ventaja. Claro que al toque lo logró, maniobrando se fue un poquito para la calle, volvió a la vereda y se me adelantó. Y ahí estaba su remera negra, su pelo lacio y sus perfiles. Claro, sus perfiles, porque el tipo me mostraba su cara lo más que podía, primero miraba para un lado y después para el otro, para dejar bien en claro que así como yo sabía que él me había reconocido, el también sabía que yo lo había reconocido y que eramos dos orgullosos de mierda que no pensaban saludar. Porque de última, apenas nos vimos, nos podríamos haber saludado y ya, pero ahora ya estabamos inmersos en una competencia, ninguno iba a agachar la cabeza, abandonar y saludar al contrincante. Así estuvimos unas cuadras hasta que llegamos a Santa Fe y Callao. "Gran intersección, a lo mejor acá termina todo", pensé. Yo tenía que doblar, entonces me adelanté y el semaforo justo cambió a mi favor. Crucé Callao mostrándole mi espalda, como símbolo de mi triunfo. Obvio que había ganado yo, si él habia quedado atrás, esperando que el semáforo cambiara para cruzar Santa fe y ahora yo estaba avanzando. Así salí ganando la carrera de egos que nuestros pies habían empezado en Santa Fe y Uriburu. Sí, desde Uriburu arrancó la boludes. Seguramente el muy macho, se fue pensando que él había ganado. No se porque, pero seguro alguna excusa encontró para sentirse victorioso. Eso sí, yo no me fui arrepentida de no saludar. Hasta me pareció divertido no saludar y jugar una pequeña carrerita. No se. Algo me dice que a él la carrera no le gustó ni un poco y se fue pensando "¡Cómo no la saludé a esta mina, soy un boludo!" ¿Me equivoco? Me quedo con la duda.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Muda.

Alto Palermo Shopping, Papá Noel saludando a todos los enanos que se sentaban en su falda y yo a lo lejos atestiguando toda esta escena navideña que hoy me parece nefassssta. Estaba esperando que mi amiga saliera de un local de ropa, comiendome las uñas como una animal, hasta que lo escucho.


Pendeviejo - ¿Qué gusto tiene la uña?

Yo - ...

Pendeviejo - Depende de dónde haya estado el dedo antes, me tenés que decir.

(Que asco que me dio, imaginé lo peor.)

Pendeviejo - Yo digo, que machismo, ¿no? ¿Por qué Papá Noel y no una Mamá Noel?

Yo - Si... Nnnose. Está la Virgen María.

Pendeviejo - Ja, ja, ja. Buen fin de semana, lindura.

Yo - Igualmente.



(Y Papá Noel se pone barba blanca, blanca. Con canasssssssss.)

I have a date. ¿Qué me pongo?


Y claro.
A quién no le pasó.
Te invitó a salir, finalmente.
Ya te dijo que te pasa a buscar a las once y media.
Tenés tiempo, pero no sabés QUE ponerte.
Ya te conocés tu ropero de memoria, y sabés exactamente la ropa que tenés, pero igual se te ocurre imaginarte una manera de vestirte que es imposible de lograr con tu ropa, porque no tenés los zapatitos que acabas de ver en la revista, que estaban combinados perfectamente con un pantalón que tampoco tenés y una remerita divina que jamás podés tener, y encima todo eso lo tiene puesto una modelo con un lomazo que TAMPOCO tenés. Entonces si tuvieras su ropa, ni siquiera te quedaría como imaginás que te puede quedar mientras ves a la anoréxica posando en la Cosmo.
Empezás por el conjunto básico, que estás cansada de repetir en las primeras salidas, pero bueno, te sentís cómoda, es un look sweety que re da, porque no vas a salir por primera vez con un tipo hecha una femme fatal, con algo que diga por todos lados "soy tuya".
Pero el problema es que HOY, justo HOY, el conjunto "caballito de batalla" NO te queda bien, no te gusta ni un poco porque te hace gorda, no estás quemada para la pollerita o de repente tenés más panza de lo que pensaste que tenías. ¡¡¡Y es ridículo, porque es la misma ropa y es basicamente el mismo cuerpo!!! Pero ese espejo de mierda te recaga la vida, y no te muestra divina, entonces chau opción uno, descartada. ¡La puta madre, que hago!
De pronto encontrás ese vestidito negro, divino, que te queda bien pero es un embole. Entonces le tratás de poner onda, le metés un cinturón en el medio, pero queda ridículo, lo combinas con zapatos con medias, zapatos sin medias, jean abajo con sandalias, calzas abajo con unas botitas copadas, en bolas con zapatilas, con medias negras y zapatos negros, con medias de encaje floreadas pero no tenés calzado para eso, le pones un saquito divino encima pero si te lo sacás sos un torre, le vas cambiando la parte de arriba con distintos collares, o te sacas los collares y te ponés unos buenos aros, te fijas si va con rodete, pelo suelto, o una mega flor en la mitad de la cabeza, pero NOOOO. ¡¡¡Sigue siendo el vestidito EMBOLE que estás cansada de ponerte y repeitr para miles de eventos!!!
Ya empezaste a desespararte y hasta sentís tanta impotencia y mal humor que te dan ganas de llorar.
Seguís revolviendo y encontrás ropa prestada, pero te la probás y te acordás de que siempre le había quedado mejor a la dueña. Encontrás ropa del año del pedo, pero te sentís que ya fue y no da ponerte eso. Cuestión que hace ya 40 minutos que te estás cambiando y de repente, se te ocurre volverte a probar LO PRIMERO que te habías puesto, pero que descartaste porque querías "cambiar un poco de onda". Y cuando te lo pusiste y te miraste al espejo te quedaste copada con como te queda, y decidís ponerte eso. Entonces al final hiciste un quilombo en tu cuarto, te deprimiste con mil conjuntos que te quedaban como el orto y terminaste poniendote LO PRIMERO QUE TE HABIAS PROBADO. Tu idea de vos misma ya está mucho más lejos de ser una loca de mierda, pero bueno, así somos y por lo menos ahora estás contenta y te podés pintar tranquila. Eso sí, te pintás poquito, porque no da salir hecha una diosa hiper producida. La imagen que querés dar es la de, "me puse cualquier cosa y me pinté un poquito nada más". ¡¡¡Pero dejate de joder nena!!! Ellos NUNCA van a pensar así, NUNCA. Nos conocen, nos miran y SABEN que estamos hoooooooras cambiandonos, pintandonos y arreglandonos ese mechón de pelo que se nos escapa de atrás de la oreja, pero que ellos nunnnnnnca se van a dar cuenta porque no son taaaaaaan detallistas.
En fin, para la próxima, desesperate menos, no quieras cambiar de onda, ponete lo que te hace sentir linda y salí a la calle con actitud. Después de todo Beyoncé y JLo bailan con esos flor de ortos y nadie dice que son gordas. Actitud, nena. Ac ti tud.
Ya lo sé, cuesta.

martes, 8 de diciembre de 2009

Que no.

Se pasó los dedos por los labios y cuando los miró estaban cubiertos de sangre. Otra vez ese gusto en su boca. Ese gusto amargo que le demostraba otra caída, otra batalla perdida. Indefensa, sola, así estaba. Intentaba no llorar, pero inevitablemente las lágrimas le saltaban de los ojos. Ese gusto en su boca le demostraba que nada iba a cambiar. Esas promesas de mejorar, de ser distinto, de ser el hombre que ella esperaba, se desvanecían por completo cada vez que tragaba. Abría los ojos cada vez más, pero todo era borroso y no conseguía ver dónde estaba. Quería levantarse del piso y ponerse de pie, pero no tenía fuerza. Sus brazos no respondían y sus piernas estaban completamente paralizadas, como si no formaran parte de su propio cuerpo. Se recostó sobre un solo lado para descansar un poco y en seguida recibió otro golpe en el estómago, ese golpe tan conocido que ya no la sorprendía, simplemente le hacía dar cuenta de que la rutina se repetía y ella seguía sin poder escapar. Otra vez las mismas sensaciones en su cuerpo, otra vez la falta de aire. Intentaba hablar pero no conseguía pronunciar una sola palabra, movía sus manos rogando que los golpes terminaran, pero el mensaje se invertía y recibía una segunda patada en su estómago, y una cuarta, y una quinta y así perdía el conocimiento por unos minutos. Su mente estaba casi en blanco, sólo podía pensar en el dolor que le provocaba cada golpe y en el dolor que sentía por cada herida, por cada moretón viejo y por los que recién estaban empezando a formarse. Cicatrices viejas que estaban sangrando nuevamente y cortes nuevos que serían otras cicatrices en su cuerpo, un cuerpo lleno de marcas que evidenciaban una vida que no coincidía con su idea de felicidad, que no eran fieles a su idea de amor para toda la vida.

Así se quedó en el piso.

El tiempo es irrelevante cunado el dolor es tan fuerte y uno sólo piensa en hacerlo desaparecer, por lo que nunca supo cuántas horas o minutos pasaron desde que él se fuera de su cuarto hasta que ella se pusiera de pie. Pero el hecho es que se levantó y en seguida se dirigió al baño para limpiarse la cara y curarse algunas heridas. Con la poca fuerza que le quedaba levantó la cama de su cuarto, esa cama que compartía con él hace muchos años, pero que hoy solamente representaba todo lo que ya no compartían. La separó de la pared y buscó la marquita que había hecho hacía dos semanas. Cuando la encontró, dio un golpe seco contra la pared y sacó aquello que se encontraba escondido ahí dentro. Caminó directamente hacia el sillón de la chimenea, pues ya era habitual en él prender un cigarrillo y contemplar el fuego después de golpearla como lo había hecho esa noche. Apretó bien fuerte el arma en sus manos y levantó sus brazos con toda la fuerza que tenía, toda la fuerza que él mismo había utilizado en cada golpe, en cada piña, en cada patada o en cada empujón por las escaleras. Esa fuerza con la que él la había humillado y la había arrastrado por el piso tirándole tan sólo de un mechón de pelo, toda esa fuerza estaba ahora en sus manos a punto de concederle su venganza tan merecida.

En defensa propia, claro que sí. Pero los tribunales siempre fallan cuando las pruebas no son suficientes y cuando las evidencias no concuerdan con el relato de la acusada. No importa. Su libertad depende de si misma y sueña sola. Independencia adquirida por su declaración de ser mujer. Libertad conseguida a través de un crimen en primer grado, premeditado. Una treinta y ocho comprada dos semanas antes y tres balazos en el pecho. Por supuesto que en el pecho, las mujeres valientes lo hacen de frente, mirando a los ojos, despidiéndose con ese contacto que las libera, ignorando el vago pedido de lástima y remordimiento al que ellos se someten cuando no hay otra salida. No importa la ropa, no importa el baño, no importa la cama en la que le toque dormir de ahora en adelante, ni la comida que le toque comer. Labores variados, tareas asignadas. NO importa. Nada es relevante. Su libertad está en su mente. Ella la compró y ahora es dueña. Ella no le debe nada a nadie. Ella tiene su venganza hecha y una vida por delante. Los límites son propios. Ella es dueña, ella es mujer sola.