jueves, 19 de noviembre de 2009

Domingo a la mañana.

Estás en tu cama, completamente rendida. Buscando la manera de abrir los ojos sin que la luz entre tan de golpe que haga que te duelan.
Sentís como tu cabeza todavía da vueltas.
Sentís los parpados pesados, la boca seca que pide a gritos un vaso de agua.
De a poco percibís ese olor a humo de cigarrillo, mezclado con un poco de cerveza o fernet y sentís tu cuerpo sucio, tus pies sucios. Te sentís sucia.
Intentás pensar que todavía estas soñando y podés volver a despertarte de otra manera, de alguna mejor, pero no, es imposible.
Ante la falta de fuerzas, poco a poco vas deslizando las sábanas hasta que tu cuerpo queda descubierto del todo, soportando el frío. Muy despacito levantas la cabeza, pero al ver tu cuerpo tan vencido volvés a recostarla sobre la almohada.
Unos minutos después la volvés a levantar y ésta vez sin mirar, te incorporás del todo.
Sacás tus piernas afuera de la cama y muy a pesar tuyo te ponés de pie y empezás a caminar.
Cada paso que das retumba en tu cabeza y cada segundo que estás un poquito en el aire tenés miedo de caerte. Llegas al baño, pegás tu cara al lavatorio y con tus manos muy debilitadas le echas agua, una y otra vez hasta sentirte del todo despierta y tomás agua hasta sentirte del todo saciada.
Levantás la vista, mirás el espejo y entonces, lo inevitable. Casi ni te reconocés y cuando finalmente lo hacés te cuesta aceptar que en verdad es tu rostro el que se ve reflejado ahí. Ese que ahora se siente mejor porque el agua que tomaste va hidratando de a poco cada una de sus partes.
Pero la que no se siente bien sos vos.
Intentás recordar qué fue lo que te llevó a este estado pero es imposible, o quizás se puede, pero preferís no hacerlo.
Te preguntás si habrá alguien en el mundo que se esté sintiendo igual, o peor. Y realmente deseás que alguien se esté sintiendo peor para poder cargar con menos culpa, aunque eso no anularía el hecho de que hoy te encontrás en falta.
De repente vuelven algunos recuerdos a tu mente. Te acordás en donde estuviste, con quien o quienes, que fue lo que hiciste, que tomaste o que te dieron y aceptaste, como llegaste allá, como volviste a tu casa.
Y finalmente te das cuenta de que la pasaste bien, sí, pero también te das cuenta de que eso ni siquiera se acerca a ser algo que haga que valga la pena el estado en el que te encontrás ahora mismo.
Te sentís estúpida, frágil, idiota, inmadura, cansada, vulnerable, angustiada, triste, perdida, trivial, sola, vacía… y llorás… llorás mucho.
Tanto, que hasta vuelve ese dolor de cabeza que había logrado desvanecerse y en unos pocos minutos te encontrás empapada en tus propias lágrimas.
Un rato después, ya con tu cuerpo limpio y perfumado, disfrazando un poco o al menos queriendo disimular esa tristeza que te invade por dentro, salís de tu casa.
Quizás te cruzás con algún vecino o vecina a quien le sonreís de la manera más amargada que jamás le habías sonreído a alguien. Bajás las escaleras y salís al aire libre, al sol.
Y entonces empezás a caminar, y con cada paso te vas recuperando.
Y así, te alejás.
Vas dejando atrás todo ese fracaso y empezás a mirar hacia adelante, buscando una meta, un aliado, algún abrazo y tratando de encontrar un nuevo camino que de alguna manera pueda ser el tuyo.

2 comentarios:

  1. genial, sincero. verdadero. es todo lo que importa. catartico lo tuyo, si. como lo de todos nosotros. te felicito, empezaste tu catarsis. a ver donde te lleva....
    por mi parte, tambien la empece en
    www.olivia-work-in-progress.blogspot.com
    te invito a que me visites
    saludos

    ResponderEliminar
  2. mejor descripción imposible.
    Lo increible es que cada vez que me siento así digo: nunca más, tengo que dejar de tomar tanto. Y llega el otro sabado y la novela se repite. Pero quien te quita lo bailado?
    un beso enormeee negra, ahora te sigo leyendo
    sofi

    www.perfumedeayer.blogspot.com

    ResponderEliminar